sábado, 10 de marzo de 2007

DIETAS INFANTILES


Antes del colegio, antes de saber lo que era la repugnante editorial S.M., incluso


antes de saber lo que era un marianista...


En la coqueta y pequeña guardería Santa Bernardita estaba obsesionado con las imágenes de Astérix y Obélix; los personajes, los colores y sobre todo.... con la manera de comer.
Durante meses fui un verdadero castigo para mi madre repitiendo y repitiendo (cuando en la mesa se servía filete con patatas): ¡yo quiero comerme un jabalí asado con mis manos y sin servilleta!!!
Los adultos con su infinita ignorancia se reían de mis ruegos pensando que el objetivo de la súplica era la risa del personal...
Pero yo secretamente soñaba con tener un puerco salvaje de dimensiones cósmicas para abrazarlo, para quererlo, para comérmelo.
Un fin de semana me dejaron sólo con mis tíos, pareja encantadora y bizarra que ante mis súplicas pusieron un hule de flores enorme en una mesa, una bandeja, un salero y media barra de pan de las de entonces...
Mi tío apareció por la puerta con un inmenso pollo asado que delicadamente puso en la mesa floreada.-Es tuyo Willitos, todo tuyo-
¡Que alegría, que éxtasis, que poesía, que embeleso!!!
Nunca en mi vida he tenido taaantas ganas de hacer algo; con mis pequeñas manos separaba los huesos sin timidez, atacaba la pechuga como un tiburón blanco, arremetía a los voluptuosos muslos con lujurioso deleite... ¡En ese pollo se concentraban todas mis pulsiones sexuales!!
Mis tíos tengo que reconocerlo, se asustaron un poco y me molestaban pidiéndome que me calmara... yo antes que calmarme me volvía más loco por miedo a que me quitaran el pollastre, (mi único amigo en ese momento) hasta que acabé con el y tuvieron que llevarme a asearme, pues mi cara; mis antebrazos, mis manos estaban llenas de lubrificante salsa.
Fascinado me quedé en el salón viendo los dibujos y pensando que si eso pasaba con un pollo, cómo seria con una vaca...
Desde mi primer sueldo soy cliente asiduo de restaurantes argentinos.

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