martes, 6 de febrero de 2007

Despertares


Tengo pájaros, pájaros en la cabeza.

Mi cama da a un pequeño patio de vecinos silencioso y obscuro, una cueva donde toda la comunidad sabe que cualquier ruido, grito o gemido será castigado con un sonoro improperio del vecino del cuarto que debido a su evidente cojera tiene muy mala leche.

Él es el sheriff del sigilo, el guardián de la tranquilidad del patio, el John Wayne circunspecto de la escalera.

Toda esta ley del silencio se ha ido a por tabaco desde que en el quinto ha anidado un par de pájaros de la raza "hijos de la gran puta arbicolaris", que día si y día también con puntualidad británica empiezan a graznar como posesos en cuanto amanece...

Los graznidos, mezcla de torno de dentista y agapornis asmático son insoportables, y oigo con fascinación como John Wayne ( Manolo) se desespera sin ningún resultado porque a estos pájaros digamos que la autoridad de nuestro sheriff se la suda.

Un vecino ha colgado sus cd´s de zarzuela en su ventana mientras otro ha puesto botellas de agua en las esquinas y el del sexto les ha tirado garbanzos y otras cosas blancas que no he llegado a identificar: Los pájaros están encantados y graznan con mucha más fuerza y seguridad.

Mi farmacéutico, amigo mío desde que soy hipocondriaco me ha regalado unos tapones que se adaptan estupendamente a los oídos y a los que me he acostumbrado rápidamente, aunque en el fondo prefiero escuchar a los pájaros e imaginarme al pobre John delante de un cola cao con los ojos como platos y su rifle en el suelo.


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